¿Puede el estrés causar hígado graso?
El estrés no es bueno para nuestro cuerpo, puede provocar muchos problemas de salud física y mental, pero ¿qué es exactamente? Es la reacción de nuestro cuerpo ante una situación que el organismo considera perjudicial. Sin el estrés la raza humana no habría sobrevivido, remontándonos a la época de las cavernas, era lo que alertaba a nuestros antepasados de posibles peligros. Si avanzamos hasta hoy, seguimos teniendo ese modo de “lucha o huida” incorporado. Cuando nos estresamos, nuestro cuerpo libera una mezcla de hormonas y sustancias químicas como la adrenalina, el cortisol y la norepinefrina. Esto hace que el cuerpo tenga diferentes respuestas, como el desvío de la sangre a los músculos o el cierre de nuestra digestión. Es fácil ver que, con el tiempo, el estrés puede hacer mella en nuestra salud.
En una reciente publicación en el Journal of Gastroenterology and Hepatology se observó que durante los momentos de estrés, las células asesinas naturales se expanden en el hígado y, en algunos casos, contribuyen a la muerte de las células hepáticas y empeoran la enfermedad hepática. El estudio también descubrió que en la parte del cerebro que controla el hígado, el estrés debilita el flujo sanguíneo, lo que podría provocar o desencadenar daños en el hígado. Los autores concluyeron que, aunque las interacciones entre el estrés y el hígado no se comprenden del todo, parece haber una asociación negativa en cuanto a la progresión de la enfermedad hepática.
Cómo tratar el hígado estresado
Hoy en día los niveles de estrés suelen ser elevados entre las personas de mediana edad e incluso en la generación más joven y, en consecuencia, la incidencia de las enfermedades hepáticas también va en aumento. Se sabe que el estrés está relacionado con el daño hepático y que puede causar enfermedades hepáticas mortales si no se trata a tiempo.
Por lo tanto, es crucial que la gestión del estrés se realice de forma adecuada para controlar los niveles de estrés. Al mismo tiempo, hay que estar atento a los primeros síntomas de mal funcionamiento del hígado y hacerse un chequeo hepático y otras pruebas con el asesoramiento de su médico especialista. Al fin y al cabo, más vale prevenir que curar.
¿Puede la ansiedad causar problemas de hígado?
En los vertebrados, está bien descrito que un estímulo estresante desencadena una respuesta de dos vías neurohormonales (1) la hipotálamo-simpática-cromática (HSC), que una vez activada aumenta el nivel de catecolaminas plasmáticas muy rápidamente (incluso segundos) y su vida media es breve (minutos); (2) el HPA, que en los peces se conoce como células hipotálamo-pituitarias-interrenales (HPI), y una vez activado, la síntesis y liberación de cortisol tiende a aumentar lentamente y a permanecer elevado cuando el estrés persiste en el tiempo (estrés crónico). En lo que respecta a este eje HPA/HPI, el estrés es responsable de la producción y liberación de glucocorticoides por parte de la glándula suprarrenal, que en los peces se localiza en el riñón de la cabeza. A continuación, el núcleo paraventricular hipotalámico recibe las señales de estrés procedentes del hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal, y estimula la secreción de CRH, activando así el eje HPA. Los glucocorticoides tienen que ser sintetizados de nuevo, lo que retrasa la respuesta. Como consecuencia, se observa una dinámica más lenta que la del HSC.
Por otra parte, el metabolismo, junto con muchas otras funciones fisiológicas, está bajo control circadiano en todos los organismos vivos, de manera que la homeostasis metabólica a nivel de sistema necesita la colaboración temporizada de las células y los tejidos de todo el cuerpo. Dichos ritmos son impulsados por relojes celulares autónomos en ubicaciones centrales y periféricas, que sincronizan el organismo con los ciclos ambientales, incluso en ausencia de señales ambientales (Hardin y Panda, 2013). El mecanismo molecular de los relojes está muy conservado en la filogenia y, aunque con algunas diferencias, es fácilmente identificable en los distintos organismos. El mecanismo básico implica una serie de bucles de retroalimentación entre los procesos de transcripción y transducción de ciertos genes (llamados “genes reloj”) y sus productos proteicos (Panda et al., 2002). El modelo más conocido determina que el sistema se inicia con la acumulación de las proteínas citoplasmáticas CLOCK y BMAL1 como productos de la transcripción del reloj y del bmal1. Estas proteínas forman un heterodímero (CLOCK/BMAL1) que vuelve al núcleo, uniéndose a los promotores E-Box de los genes diana, incluyendo los genes de la rama negativa del bucle: per y cry. Su transcripción da lugar a un aumento de los niveles citoplasmáticos de sus productos proteicos, PER y CRY, de modo que cuando los niveles son lo suficientemente altos se dimerizan, inhibiendo así la función del complejo CLOCK/BMAL1 (Kondratov, 2007).
Estrés y enfermedad hepática
El estrés es una parte inevitable e incluso necesaria de la vida. Es lo que nos mantiene motivados. Sin embargo, incluso las pequeñas tensiones cotidianas pueden causar problemas a lo largo del tiempo si no se aprende a manejarlas bien. Hay muchos factores que pueden causar estrés, como las dificultades económicas, los problemas de pareja, la enfermedad, los exámenes escolares o universitarios, un trabajo con mucha presión, los conflictos en el trabajo o acontecimientos vitales como una mudanza o el matrimonio.
Cuando se nos somete a una situación de estrés, se ponen en marcha cambios bioquímicos que pueden afectar a nuestra homeostasis o “equilibrio”. La investigación está descubriendo que la respuesta fisiológica al estrés y sus consiguientes efectos en la química corporal pueden ser responsables del aumento de peso.
La respuesta al estrés también se conoce como el mecanismo de “lucha o huida”. Básicamente, evolucionó para asegurar la supervivencia de nuestros primeros ancestros. En caso de amenaza, los mensajeros hormonales y químicos del cuerpo nos preparaban para quedarnos y luchar contra la amenaza a la vida y la integridad física, o para “huir”. Este mecanismo sigue presente en su forma primitiva en los seres humanos de hoy, aunque las situaciones de la vida cotidiana son muy diferentes. Las situaciones familiares, las preocupaciones económicas, los trabajos, las enfermedades, etc., pueden provocar la respuesta de estrés.