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Fobia al ruido de comer

junio 17, 2022
Fobia al ruido de comer

Prueba de misofonía

Tratamiento de la misofonía No existe una cura probada para la misofonía, pero hay terapias -consejo o terapia cognitivo-conductual, por ejemplo- que pueden ayudar a enseñar a los enfermos a tolerar los sonidos que desprecian. El Dr. Lurie intenta que las personas acepten el ruido y que cuestionen la idea de que es socialmente transgresor que alguien haga ese sonido que odian. “Les digo a los clientes que se recuerden a sí mismos que esa persona que sorbe no lo hace a propósito y que no es peligrosa. Intento enseñarles a soportar estos sonidos hasta el punto de que puedan tolerarlos lo suficiente como para vivir una vida bastante plena.” Una de las técnicas consiste en hacer que el enfermo escuche una canción feliz y luego, durante una fracción de segundo, ponga el sonido de enfado antes de volver a la canción feliz. “Se trata de intercalar el sonido de enfado, y cuando el cliente siente que es tolerable, lo aumentamos a un segundo, y luego quizá a dos segundos, cinco segundos. Lo que tratamos de hacer es aguantar…. Es como sumergir el dedo del pie en agua caliente durante más tiempo cada vez”. El Dr. Lurie dice que intenta que la gente llegue a un punto en el que, aunque el sonido nunca sea agradable, no cree esa explosión de ira que puede ser tan problemática.

Trastorno de pica

¿Le irrita el sonido de su compañero de trabajo mientras mastica su bocadillo en el escritorio de al lado, o el extraño en el tren sorbiendo su café como una aspiradora humana? Sentirse irritado por ciertos sonidos es ciertamente común, pero para algunos, este intenso odio al sonido es TAN grande, que se convierte en una condición llamada misofonía. Aquí, una escritora nos cuenta cómo es realmente tener una condición que significa que no puede tolerar el sonido de la gente al masticar – y el impacto que ha tenido en su amor por la comida. La sensibilidad auditiva solía ser mi superpoder. Podía captar los sonidos más pequeños y mi familia solía bromear diciendo que podía oír cómo se abría un paquete de patatas fritas a 100 metros de distancia. Pero en mi adolescencia esta sensibilidad al sonido empezó a provocar una respuesta emocional extrema. El ruido de la masticación con la boca abierta, el crujido de los paquetes y el tamborileo de los dedos sobre la mesa me provocaban un ataque de ira incontrolable. Me ponía literalmente a hacer berrinches y a gritar a la otra persona para que se callara. Mis arrebatos se consideraban los desplantes de una adolescente hormonal, pero cuando mi ira ante los sonidos cotidianos se extendió hasta los 20 años, busqué ayuda en mi médico de cabecera. Y después de presionar para que me hicieran pruebas y me remitieran a un audiólogo, me diagnosticaron misofonía, que se traduce literalmente en “odio al sonido”.

  Fobia a tener miedo

Fonofobia

Si alguna vez ha sentido la tentación de enfrentarse a alguien que sorbe su sopa en un restaurante, o si una persona que respira ruidosamente a su lado en el cine es suficiente para hacerle hervir la sangre, entonces no está solo: Eres una de las muchas personas que sufren una auténtica anomalía cerebral llamada misofonía. La misofonía, un trastorno que hace que quienes lo padecen odien sonidos como el de la comida, la masticación, la respiración ruidosa o incluso el chasquido repetido de un bolígrafo, fue nombrada por primera vez como enfermedad en 2001.

A lo largo de los años, los científicos se han mostrado escépticos sobre si constituye o no una auténtica dolencia médica, pero ahora una nueva investigación dirigida por un equipo de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido, ha demostrado que quienes padecen misofonía presentan una diferencia en el lóbulo frontal de su cerebro con respecto a quienes no la padecen. En un informe publicado en la revista Current Biology, los científicos afirman que los escáneres de los enfermos de misofonía detectan cambios en la actividad cerebral cuando se escucha un sonido “desencadenante”. Las imágenes cerebrales revelaron que las personas que padecen esta enfermedad tienen una anomalía en su mecanismo de control emocional que hace que sus cerebros se pongan en marcha al escuchar sonidos desencadenantes. Los investigadores también descubrieron que los sonidos desencadenantes podían evocar una respuesta fisiológica más intensa, con un aumento del ritmo cardíaco y de la sudoración.

Miofobia

Oyes a tu cónyuge respirar cerca y te enfadas al instante. Tu hijo de 6 años bosteza y eso desencadena en ti una reacción de lucha o huida. Evitas los restaurantes porque no soportas el sonido de la masticación. Los sonidos que otras personas no parecen percibir te ponen los pelos de punta.  Puede que tengas misofonía.

  Fobia a los cambios

Las personas con misofonía se ven afectadas emocionalmente por sonidos comunes, normalmente los que hacen los demás y a los que los demás no prestan atención. Los ejemplos anteriores (respirar, bostezar o masticar) crean una respuesta de lucha o huida que desencadena la ira y el deseo de escapar. La misofonía está poco estudiada y no se sabe cuán común es. Afecta a unos peor que a otros y puede llevar al aislamiento, ya que las personas que la padecen tratan de evitar estos sonidos desencadenantes. Las personas que padecen misofonía a menudo se sienten avergonzadas y no lo mencionan a los profesionales de la salud, y a menudo éstos no han oído hablar de ella. Sin embargo, la misofonía es un trastorno real que compromete seriamente el funcionamiento, la socialización y, en última instancia, la salud mental. La misofonía suele aparecer alrededor de los 12 años, y probablemente afecta a más personas de las que creemos.

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