Miedo al chicle
Entre las explicaciones anteriores de esta afección se encuentra la sugerencia de que las personas están evolutivamente predispuestas a responder a grupos de formas redondas porque estas formas también se encuentran en animales venenosos, como algunas serpientes y el pulpo de anillos azules.
Ahora, una nueva investigación, dirigida por Tom Kupfer, de la Facultad de Psicología*, sugiere que la afección puede estar relacionada, en cambio, con una historia evolutiva de enfermedades infecciosas y parasitismo que conduce a una sensibilidad exagerada a las formas redondas.
El equipo observó que muchas enfermedades infecciosas dan lugar a grupos de formas redondas en la piel: viruela, sarampión, rubeola, tifus, escarlatina, etc. Del mismo modo, muchos ectoparásitos, como la sarna, los tics y el mosquito, también dan lugar a grupos de formas redondas en la piel.
Sus hallazgos apoyan la sugerencia de que los individuos con tripofobia experimentan una respuesta sobregeneralizada, hasta el punto de que incluso una imagen de burbujas en una taza de café puede desencadenar aversión de la misma manera que un grupo de tics o lesiones.
Muchas investigaciones anteriores han demostrado que la función de la emoción asco es motivar a las personas para que eviten las fuentes de infección potencial, por lo que los investigadores predijeron que, a diferencia de la mayoría de las fobias (por ejemplo, a las serpientes, las alturas o los perros), que implican principalmente un miedo intenso, las personas con tripofobia experimentarían predominantemente un asco intenso.
Tripofobia
A tu pequeño bebé acuático le encanta el baño, cada día se mete en la bañera y salpica y juega con alegría. Y un día, aparentemente de la nada, se niega a acercarse a la bañera: “¡No hay baño! No, no, no, no, no”.
Resulta que el miedo al baño (llamado ablutofobia) y al agua es una fobia muy común en los niños pequeños, y suele aparecer en torno a los 1-2 años. Hay una razón para ello: Durante estos años de rápido crecimiento del cerebro, los niños pequeños desarrollan lo que parece una hiperconciencia de su entorno. Sus cerebros se iluminan literalmente con nueva información.
Por eso es importante tratar el miedo al baño con empatía y cuidado, aunque puede ser un comportamiento difícil de superar. El miedo al baño puede durar semanas o incluso meses, lo que hace que muchos padres se pregunten si están criando a un marinero de por vida.
No temas: Esto también pasará. Tu hijo no está sufriendo un trastorno de ansiedad grave. Volveréis a chapotear juntos. A continuación te explicamos cómo gestionar este periodo de tiempo con positividad (y mantener a tu hijo limpio también).
Pieles con tripofobia
La ebullofobia (del latín ebullio, “burbuja”, “hervir”) es el miedo a las burbujas. Las personas que padecen este miedo evitan mirar los líquidos y el jabón que puedan hacer burbujas, así como los envoltorios de burbujas, los chicles e incluso los alimentos propensos a hacer burbujas. Las causas más comunes del miedo son la aversión o la molestia de oír burbujas, asustarse por el fuerte estallido del plástico de burbujas y escaldarse con agua hirviendo. Los afectados pueden sentirse realmente ansiosos cuando oyen burbujas en su propio estómago y pueden preocuparse de que éste pueda estallar. por ejemplo, cuando un alfiler sostuvo una burbuja cerca de woody y éste gritó
Pirofobia
La tripofobia es una aversión a la visión de patrones irregulares o grupos de pequeños agujeros o protuberancias.[3][4] No está reconocida oficialmente como un trastorno mental, pero puede diagnosticarse como una fobia específica si se produce un miedo y una angustia excesivos.[1][3] La mayoría de las personas afectadas experimentan principalmente asco pero no miedo cuando ven imágenes tripofóbicas.[3] Una minoría de personas experimenta el mismo nivel de miedo y asco, y unas pocas expresan sólo asco o miedo.[3]
La comprensión científica de la tripofobia es limitada.[3] Aunque se han realizado pocos estudios sobre la tripofobia, los investigadores plantean la hipótesis de que es el resultado de una repulsión biológica que asocia las formas tripofóbicas con el peligro o la enfermedad y, por tanto, puede tener una base evolutiva.[1][3] La terapia de exposición es un posible tratamiento.[1]
La tripofobia no está reconocida por su nombre como un trastorno mental, por lo que no es un diagnóstico específico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría, quinta edición (DSM-5). Sin embargo, puede incluirse en la amplia categoría de fobia específica si se trata de un miedo excesivo, persistente y asociado a una angustia o deterioro significativo[1].