Investigación sobre la dieta y el estrés
El estrés es un problema común en la mayoría de las sociedades. Hay tres tipos principales de estrés que pueden darse en nuestra vida cotidiana: agudo (un acontecimiento breve, como una discusión acalorada o un atasco), episódico agudo (acontecimientos agudos frecuentes, como los plazos de entrega en el trabajo) y crónico (acontecimientos persistentes, como el desempleo por la pérdida de un trabajo, el abuso físico o mental, el abuso de sustancias o los conflictos familiares). Muchos de nosotros podemos experimentar una combinación de estos tres tipos.
Nuestro cuerpo reacciona a todos los tipos de estrés a través del mismo mecanismo, que se produce independientemente de si el estrés surge de un acontecimiento real o percibido. Tanto los estresores agudos como los crónicos provocan la respuesta de “lucha o huida”. Se liberan hormonas que instigan varias acciones en cuestión de segundos: bombeo rápido de sangre y oxígeno a nuestras células, aceleración del ritmo cardíaco y aumento de la alerta mental. En la prehistoria, esta respuesta rápida era necesaria para escapar rápidamente de una situación de peligro o luchar contra un depredador. Sin embargo, todo tipo de estrés puede desencadenar esta respuesta, como se describe con más detalle a continuación:
La mejor dieta para las personas estresadas
Aunque el estrés a menudo erosiona los patrones de alimentación saludable, nuestra necesidad de nutrientes en realidad aumenta durante los períodos de estrés. Las investigaciones demuestran que cuando el cuerpo se ve sometido a grandes exigencias, se produce un recambio más rápido de las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono necesarios para producir energía. Esto da lugar a una mayor demanda de algunos nutrientes clave, como la vitamina C y muchas vitaminas del grupo B que se utilizan para producir energía. Por ello, cuando se saltan las comidas o no se mantiene una dieta equilibrada, a menudo no se cubren las necesidades de nutrientes y la salud puede verse comprometida.
La cafeína también contribuye a este patrón poco saludable. Cuando la energía disminuye o se avecina una tarea estresante, otra respuesta común es tomar un café, una bebida energética u otra bebida con cafeína. Irónicamente, esto aumentará los niveles de estrés porque los altos niveles de cafeína aumentan la sensación de ansiedad y la respuesta al estrés, incluyendo el aumento del ritmo cardíaco.
La comida es utilizada por muchos como una recompensa o para reconfortarse, pero cuando estamos estresados es más probable que elijamos algo bajo en nutrientes y alto en azúcar, sal y/o grasa. Muchos tienen tendencia a comer cuando están ansiosos, incluso cuando no tienen hambre. Por otro lado, otras personas que experimentan estrés pierden las ganas de comer y se saltan con frecuencia las comidas y los tentempiés.
Powerpoint sobre el estrés y la nutrición
¿Demasiadas prisas o estrés para comer bien? ¡Piénsalo otra vez! Una buena nutrición es una importante herramienta de gestión del estrés. Cuando nuestro cuerpo está mal alimentado, el estrés se cobra un precio aún mayor en nuestra salud. La nutrición y el estrés están interrelacionados. Aquí tienes algunos consejos para comer bien y conseguir el éxito académico:
Recuerda… La forma de afrontar el estrés es una elección. Con demasiada frecuencia, la gente recurre a los cigarrillos, los dulces, la televisión, el café y/o el alcohol para “controlar” el estrés. En su lugar, controla el estrés adoptando un estilo de vida saludable que incluya comer bien, hacer ejercicio, dormir adecuadamente y disfrutar de tu tiempo libre.
Alimentos que provocan estrés
Durante el seminario web, el Dr. Epel explicó cómo el estrés desencadena nuestro deseo de consumir alimentos reconfortantes, incluyendo el exceso de bebidas azucaradas y dulces como los productos de pastelería. Al mismo tiempo, en épocas de estrés, tendemos a reducir nuestra ingesta de alimentos integrales, frutas y verduras. Esto, a su vez, conduce a un mayor riesgo de resistencia a la insulina, exceso de grasa visceral y diabetes tipo 2.
Curiosamente, el estrés parece tener su propio impacto en los resultados de salud, independientemente de su impacto en los alimentos que seleccionamos. El Dr. Epel se refirió a un estudio con modelos animales en el que se alimentó a roedores con una dieta de “comida basura”. Un subgrupo de roedores fue expuesto a estrés crónico (como olores de depredadores). La comida basura por sí sola no provocó un aumento de la grasa visceral entre los roedores, pero cuando los animales también estaban estresados, la combinación de estrés y mala alimentación aumentó sustancialmente la grasa visceral y el riesgo de enfermedades metabólicas tempranas.
El Dr. Epel y sus colegas han descubierto que estas mismas relaciones existen entre las personas. En un estudio, por ejemplo, las madres cuidadoras muy estresadas mostraron una mayor alimentación compulsiva y un aumento de la grasa abdominal durante varios años.