La fobia a las agujas, un diagnóstico olvidado
A muchas personas no les gustan las agujas como parte de los procedimientos médicos cuando reciben atención. Pero para algunos, el miedo a las agujas es tan grande que puede impedirles recibir atención médica que les salve la vida, como las vacunas. Este miedo suele afectar a los niños, pero también puede afectar a los adultos. El miedo a las agujas también es común en personas con ciertas condiciones que causan dificultades para controlar las sensaciones fuertes, como en las personas con trastornos mentales, emocionales o de comportamiento. El miedo a las agujas también puede ser común en personas con discapacidades que les dificultan entender los procedimientos y comunicar sus preocupaciones. Hay formas de controlar este miedo. Aprenda lo que puede hacer para que el miedo no se interponga en la atención médica importante, incluidas las vacunas.
La administración de medicamentos o vacunas mediante una aguja -o la extracción de sangre u otros fluidos mediante una aguja- puede ser dolorosa. Muchas personas recuerdan el malestar y el dolor y se preocupan de que se repita cuando vuelvan a someterse a procedimientos sanitarios que impliquen agujas. Esto es típico. Los niños más pequeños tienen menos formas de manejar sus miedos y necesitan la ayuda y el consuelo de sus padres u otros cuidadores. A medida que los niños crecen, muchos encuentran formas de manejar sus miedos por sí mismos.
Las peores fobias
Afección médicaMiedo a las agujasTratamientoTerapias basadas en la exposición y formas alternativas de inoculación clínicaFrecuenciaAlrededor del 22% de la población adulta, el 3,5-10% de la población general puede perder temporalmente el conocimiento en torno a un procedimiento con agujas
El miedo a las agujas, conocido en la literatura médica como fobia a las agujas, es el miedo extremo a los procedimientos médicos que implican inyecciones o agujas hipodérmicas. Esto puede llevar a evitar la atención médica, incluso a dudar de las vacunas.
La condición fue reconocida oficialmente en 1994 en el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, 4ª edición) como una fobia específica de tipo sangre-inyección-lesión (fobia BII). Las respuestas de nivel fóbico a las inyecciones hacen que los afectados eviten las inoculaciones, los análisis de sangre y, en los casos más graves, toda la atención médica.
Se calcula que al menos el 10% de los adultos estadounidenses tienen miedo a las agujas, y es probable que el número real sea mayor, ya que los casos más graves nunca se documentan debido a la tendencia de quien los padece a evitar todo tratamiento médico[1] Los criterios de diagnóstico de las fobias de tipo BII son más estrictos, con una prevalencia estimada del 3-4% en la población general, y esto incluye también las fobias relacionadas con la sangre[2].
Miedo a los agujeros
Exponerse deliberadamente a sus miedos -en este caso, a las agujas- puede hacer que sean menos intimidantes. La terapia de exposición puede comenzar con la visualización de imágenes o vídeos de agujas y progresar hasta ver a otra persona recibir una inyección.
“La gente catastrófica que el dolor de la aguja es una cosa terrible, horrible y temible que los amenaza, y eso es en realidad una creencia errónea”, dice Chernoff. “Es posible que hayan desarrollado estas creencias a partir de experiencias desagradables en etapas anteriores de su vida. Cuando se les enseña que su pensamiento original de la infancia está más fundado en el miedo que en los hechos, eso les quitará gran parte del miedo.”
Si te desmayas cerca de las agujas, es posible que tu presión arterial y tu ritmo cardíaco aumenten y luego caigan repentinamente al ver una jeringuilla, provocando un mareo. Una técnica probada por la investigación, llamada tensión aplicada, puede ayudar.
“Los pacientes que se desmayan a la vista de las agujas pueden aprender a tensar sus músculos, incluidos los abdominales, los de las piernas y los de los brazos, porque eso eleva su presión arterial”, dice Chernoff. “De hecho, contrarresta esa sensación de querer desmayarse”.
Fobia a la pérdida
Los estudios demuestran que un notable 20 por ciento de la población tiene algún grado de miedo a las agujas o a las inyecciones y un 10 por ciento dentro de esa cifra padece lo que se conoce como tripofobia. Se trata de un miedo excesivo o irracional a las inyecciones o a las agujas que puede ser aprendido o heredado. Muchas personas con tripanofobia evitan recibir tratamientos médicos que impliquen el uso de agujas, lo que puede resultar peligroso para quienes padecen enfermedades crónicas como la diabetes.
Hay algunas cosas que se pueden hacer para minimizar los síntomas de la tripanofobia. Se trata de utilizar anestésicos tópicos para adormecer la piel o evitar la visión de las agujas utilizando gorros cubiertos. Los diabéticos pueden pedir a su médico productos como la insulina inhalable o los inyectores de chorro. Por último, las personas con una fobia grave pueden considerar la posibilidad de recibir terapia. Métodos como la terapia cognitivo-conductual pueden ayudar a superar este miedo.