Miedo a los órganos
Una fobia específica es un miedo intenso, persistente e irracional a un objeto, una situación, una actividad o una persona concretos. Normalmente, el miedo es proporcionalmente mayor que el peligro o la amenaza real. Las personas con fobias específicas se sienten muy angustiadas por tener ese miedo y a menudo hacen todo lo posible por evitar el objeto o la situación en cuestión. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición (DSM-5), la estimación de la prevalencia en la comunidad de las fobias específicas es de aproximadamente el 7%-9%.
Es importante diferenciar entre las fobias específicas y los miedos normales de la infancia. Según la Child Anxiety Network (www.childanxiety.net), algunas investigaciones muestran que el 90% de los niños de entre 2 y 14 años tienen al menos un miedo específico. No todos los miedos interfieren en el funcionamiento diario, y no necesariamente merecen un tratamiento psicológico. A continuación se presentan algunos ejemplos de miedos típicos de la infancia y la adolescencia temprana.
Los factores de riesgo pueden incluir susceptibilidades genéticas, pero no se sabe mucho sobre los factores biológicos que causan y mantienen las fobias específicas. Sin embargo, cuando una persona se encuentra con un estímulo temido, se producen muchos cambios biológicos en el cuerpo, incluidos cambios en la actividad cerebral, la liberación de cortisol, insulina y hormona del crecimiento, y aumentos en la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
Abodyemigphobia
¿Te has preguntado alguna vez por qué tu corazón se acelera y no puedes pensar con claridad cuando tienes miedo? Claro, puede que en realidad no tengas que temer a ese esqueleto de la casa encantada o al Caminante Blanco que atraviesa la pantalla, pero intenta decirle eso a la respuesta de miedo de tu cuerpo.
Cuando tienes miedo, aunque sea por la diversión de Halloween o por tu programa de televisión favorito, tu cerebro pone en marcha una serie de respuestas elaboradas y coordinadas para ayudarte a mantenerte a salvo, dice el doctor Daniel Evans, psicólogo clínico que ejerce en la Clínica Northgate del barrio de la UW. Los cambios físicos -desde el interior del cerebro hasta los músculos de las piernas- se producen en segundos.
La mayoría de nosotros no tenemos que pensar en respirar, digerir la comida o hacer que nuestro corazón lata. El sistema nervioso autónomo se encarga de estas funciones que consideramos automáticas. Se divide en dos ramas: el sistema nervioso parasimpático (el sistema de descanso y digestión) y el sistema nervioso simpático (el sistema de lucha o huida).
Fobias interesantes
Los sufijos ingleses -phobia, -phobic, -phobe (del griego φόβος phobos, “miedo”) aparecen en el uso técnico de la psiquiatría para construir palabras que describen el miedo irracional, anormal, injustificado, persistente o incapacitante como trastorno mental (p. ej. agorafobia), en química para describir las aversiones químicas (por ejemplo, hidrofobia), en biología para describir los organismos a los que no les gustan ciertas condiciones (por ejemplo, acidofobia) y en medicina para describir la hipersensibilidad a un estímulo, normalmente sensorial (por ejemplo, fotofobia). En el uso común, también forman palabras que describen la aversión o el odio a una cosa o tema en particular (por ejemplo, homofobia). El sufijo es antónimo de -phil-.
Para más información sobre la vertiente psiquiátrica, incluida la forma en que la psiquiatría agrupa fobias como la agorafobia, la fobia social o la fobia simple, véase fobia. Las siguientes listas incluyen palabras terminadas en -fobia, e incluyen miedos que han adquirido nombres. En algunos casos, la denominación de las fobias se ha convertido en un juego de palabras, siendo un ejemplo notable un artículo humorístico publicado en 1998 por la BBC News.[1] En algunos casos, una palabra terminada en -fobia puede tener un antónimo con el sufijo -phil-, por ejemplo, germanófobo/germanófilo.
Fobia a las palabras largas
“El miedo es nuestra respuesta de supervivencia”, dice el psicólogo clínico de Northwestern Medicine Zachary Sikora, PsyD. Algunas personas -aficionados a las montañas rusas y a las películas de terror- prosperan con él, mientras que otras lo evitan. ¿Te has preguntado alguna vez por qué?
El miedo se experimenta en la mente, pero desencadena una fuerte reacción física en el cuerpo. En cuanto reconoces el miedo, tu amígdala (pequeño órgano situado en el centro del cerebro) se pone a trabajar. Alerta a su sistema nervioso, que pone en marcha la respuesta de miedo de su cuerpo. Se liberan hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. La presión arterial y el ritmo cardíaco aumentan. Empiezas a respirar más rápido. Incluso el flujo sanguíneo cambia: la sangre sale del corazón y va hacia las extremidades, lo que facilita que empieces a dar puñetazos o a correr para salvar tu vida. Tu cuerpo se está preparando para la lucha o la huida.
Mientras algunas partes de tu cerebro se aceleran, otras se apagan. Cuando la amígdala percibe el miedo, la corteza cerebral (área del cerebro que controla el razonamiento y el juicio) se ve afectada, por lo que ahora es difícil tomar buenas decisiones o pensar con claridad. Como resultado, es posible que grites y levantes las manos cuando se te acerque un actor en una casa encantada, incapaz de racionalizar que la amenaza no es real.