Fonofobia
Oyes a tu cónyuge respirar cerca y te enfadas al instante. Tu hijo de 6 años bosteza y eso provoca en ti una reacción de lucha o huida. Evitas los restaurantes porque no soportas el sonido de la masticación. Los sonidos que otras personas no parecen percibir te ponen los pelos de punta. Puede que tengas misofonía.
Las personas con misofonía se ven afectadas emocionalmente por sonidos comunes, normalmente los que hacen los demás y a los que los demás no prestan atención. Los ejemplos anteriores (respirar, bostezar o masticar) crean una respuesta de lucha o huida que desencadena la ira y el deseo de escapar. La misofonía está poco estudiada y no se sabe cuán común es. Afecta a unos peor que a otros y puede llevar al aislamiento, ya que las personas que la padecen tratan de evitar estos sonidos desencadenantes. Las personas que padecen misofonía a menudo se sienten avergonzadas y no lo mencionan a los profesionales de la salud, y a menudo éstos no han oído hablar de ella. Sin embargo, la misofonía es un trastorno real que compromete seriamente el funcionamiento, la socialización y, en última instancia, la salud mental. La misofonía suele aparecer alrededor de los 12 años, y probablemente afecta a más personas de las que creemos.
Misofonia
La misofonía es un trastorno de disminución de la tolerancia a sonidos específicos o a sus estímulos asociados que se ha caracterizado utilizando diferentes lenguajes y metodologías.[4] Las reacciones a los sonidos desencadenantes van desde el enfado y la molestia hasta la activación de una respuesta de lucha o huida.[5] La afección se denomina a veces síndrome de sensibilidad selectiva al sonido. Entre los desencadenantes más comunes se encuentran los sonidos orales (por ejemplo, la respiración ruidosa, la masticación, la deglución), los chasquidos (por ejemplo, el golpeteo del teclado, el golpeteo de los dedos, los limpiaparabrisas) y los sonidos asociados con el movimiento (por ejemplo, la inquietud)[5] A menudo, los sonidos odiados son de naturaleza repetitiva.
Aunque la condición fue propuesta por primera vez en 2001 por Jastreboff y Jastreboff,[6] aún no se ha considerado una condición diagnosticable.[5] La misofonía no está clasificada como una condición auditiva o psiquiátrica, por lo que es diferente de la fonofobia (miedo al sonido); no hay criterios de diagnóstico estándar, y hay poca investigación sobre lo común que es o el tratamiento.[5] Los defensores sugieren que la misofonía puede afectar negativamente a la capacidad de lograr objetivos de vida y disfrutar de situaciones sociales. En 2019 no existían métodos basados en la evidencia para manejar la condición.
Síntomas de la misofonía
Oyes a tu cónyuge respirar cerca y te enfadas al instante. Tu hijo de 6 años bosteza y eso provoca en ti una reacción de lucha o huida. Evitas los restaurantes porque no soportas el sonido de la masticación. Los sonidos que otras personas no parecen percibir te ponen los pelos de punta. Puede que tengas misofonía.
Las personas con misofonía se ven afectadas emocionalmente por sonidos comunes, normalmente los que hacen los demás y a los que los demás no prestan atención. Los ejemplos anteriores (respirar, bostezar o masticar) crean una respuesta de lucha o huida que desencadena la ira y el deseo de escapar. La misofonía está poco estudiada y no se sabe cuán común es. Afecta a unos peor que a otros y puede llevar al aislamiento, ya que las personas que la padecen tratan de evitar estos sonidos desencadenantes. Las personas que padecen misofonía a menudo se sienten avergonzadas y no lo mencionan a los profesionales de la salud, y a menudo éstos no han oído hablar de ella. Sin embargo, la misofonía es un trastorno real que compromete seriamente el funcionamiento, la socialización y, en última instancia, la salud mental. La misofonía suele aparecer alrededor de los 12 años, y probablemente afecta a más personas de las que creemos.
Modo de misofonía
Si alguna vez ha sentido la tentación de enfrentarse a alguien que sorbe su sopa en un restaurante, o si una persona que respira ruidosamente a su lado en el cine es suficiente para hacerle hervir la sangre, entonces no está solo: Eres una de las muchas personas que sufren una auténtica anomalía cerebral llamada misofonía. La misofonía, un trastorno que hace que quienes lo padecen odien sonidos como el de la comida, la masticación, la respiración ruidosa o incluso el chasquido repetido de un bolígrafo, fue nombrada por primera vez como enfermedad en 2001.
A lo largo de los años, los científicos se han mostrado escépticos sobre si constituye o no una auténtica dolencia médica, pero ahora una nueva investigación dirigida por un equipo de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido, ha demostrado que quienes padecen misofonía presentan una diferencia en el lóbulo frontal de su cerebro con respecto a quienes no la padecen. En un informe publicado en la revista Current Biology, los científicos afirman que los escáneres de los enfermos de misofonía detectan cambios en la actividad cerebral cuando se escucha un sonido “desencadenante”. Las imágenes cerebrales revelaron que las personas que padecen esta enfermedad tienen una anomalía en su mecanismo de control emocional que hace que sus cerebros se pongan en marcha al escuchar sonidos desencadenantes. Los investigadores también descubrieron que los sonidos desencadenantes podían evocar una respuesta fisiológica más intensa, con un aumento del ritmo cardíaco y de la sudoración.