Monofobia
Desde la década de 1960, el miedo a la victimización delictiva se ha convertido en una preocupación sociopolítica cada vez más destacada entre los investigadores y los responsables políticos, sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa, pero progresivamente también en los países en desarrollo. Se han llevado a cabo numerosos estudios con el objetivo de comprender, controlar y evaluar el miedo a la delincuencia, y muchos de ellos han llegado a la conclusión de que “dicho miedo sigue afectando al bienestar de una parte de la población” (Gilchrist, Bannister, Ditton, & Farrall, 1998 p. 283). Desde el punto de vista de la medición, los investigadores han empleado una amplia gama de preguntas de encuesta durante las últimas cuatro décadas para examinar, comprender mejor y controlar el miedo a la delincuencia. Una de las primeras y más comunes preguntas de las encuestas utilizadas por los investigadores desde la década de 1960 para medir el miedo a la delincuencia pregunta sobre la seguridad que siente un individuo al caminar por su área local durante la noche.
Test de agorafobia
La montaña rusa vacila durante una fracción de segundo en la cima de su empinada pista tras una larga y lenta subida. Sabe lo que está a punto de ocurrir, y ya no hay forma de evitarlo. Es el momento de agarrarse a la barandilla, con las palmas de las manos sudadas y el corazón acelerado, y prepararse para el salvaje descenso.
El miedo es una de las emociones humanas más básicas. Está programado en el sistema nervioso y funciona como un instinto. Desde que somos bebés, estamos equipados con los instintos de supervivencia necesarios para responder con miedo cuando percibimos un peligro o nos sentimos inseguros.
El miedo nos ayuda a protegernos. Nos hace estar alerta ante el peligro y nos prepara para afrontarlo. Sentir miedo es muy natural -y útil- en algunas situaciones. El miedo puede ser como una advertencia, una señal que nos advierte de que debemos tener cuidado.
Cuando percibimos el peligro, el cerebro reacciona al instante, enviando señales que activan el sistema nervioso. Esto provoca respuestas físicas, como una aceleración de los latidos del corazón, una respiración rápida y un aumento de la presión arterial. La sangre bombea a los grupos musculares para preparar el cuerpo para la acción física (como correr o luchar). La piel suda para mantener el cuerpo fresco. Algunas personas pueden notar sensaciones en el estómago, la cabeza, el pecho, las piernas o las manos. Estas sensaciones físicas de miedo pueden ser leves o fuertes.
Cómo salir solo ansiedad social
El miedo a cruzar las calles, o sus términos dromofobia y agirofobia, es una fobia específica que afecta a la capacidad de una persona para cruzar una calle o calzada en la que puede haber coches o vehículos. El término dromofobia procede del griego dromos, que significa pista de carreras.
La dromofobia puede ser el resultado de la experiencia de un accidente de tráfico y, por lo tanto, puede clasificarse como un subtipo de trastorno de pánico con agorafobia (PDA)[1] Como tal, la dromofobia, especialmente el miedo a cruzar las calles solo, puede ser un componente del trastorno de estrés postraumático relacionado con un accidente, como una reacción a una situación que recuerda el acontecimiento traumático pasado[2][3] A veces este comportamiento puede interpretarse erróneamente durante la evaluación de los síntomas del TEPT como una precaución (es decir, un comportamiento normal de aprendizaje) en lugar de miedo (que es un comportamiento anormal de evitación). [4]
El miedo a cruzar las calles también puede ser el resultado de una ansiedad anticipatoria relacionada con la movilidad limitada de la persona. Por ejemplo, una persona con síndrome de persona rígida puede experimentar ataques de rigidez o espasmos crecientes al cruzar la calle[5].
Ansiedad cuando se está solo
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