Cómo superar la aracnofobia
Como aficionados a las tarántulas, nos enfrentamos con demasiada frecuencia a la “aracnofobia”. Es más, me he encontrado con insultos personales por el mero hecho de tener y criar arácnidos. Mostrar una foto en una red social es suficiente para que se produzcan innumerables reacciones del tipo “Qué asco, ¿cómo puedes estar en la misma casa que eso?” y “¡Eso es repulsivo! Voy a bloquear tus fotos!”. Siempre me he preguntado: si la gente reaccionara igual ante fotos de perros y gatos (por ejemplo), ¿estarían justificadas esas reacciones? No, una reacción así haría que te crucificaran, porque hay que respetar a los animales de tus amigos y conocidos. Entonces, ¿por qué esto no es válido para los arácnidos? ¿Qué es lo que demoniza a los arácnidos en el mundo actual? ¿Siempre ha sido así o es algo contemporáneo? ¿Hay alguna razón evolutiva o nos lo estamos inventando todo? Intentaré responder a estas preguntas en este artículo.
En primer lugar, abordemos el término real “aracnofobia”. El Oxford English Dictionary define la palabra como un “miedo extremo o irracional a las arañas”. El Merriam-Webster nos dice que es un “miedo o aversión patológica a las arañas”. Llama la atención que este último utilice la palabra “patológico”, lo que no deja lugar a dudas sobre el carácter del problema: se trata de una enfermedad o un problema mental comprobable médicamente. Parece, por tanto, que utilizamos el término “aracnofobia” con demasiada frecuencia. Un miedo “cotidiano” a las arañas no es algo que debamos llamar “aracnofobia”. Sólo podemos utilizar el término cuando se agrava: personas que se inquietan, o incluso empiezan a tener ataques de pánico, cuando se encuentran en cualquier zona que creen que podría albergar arañas o que tiene signos visibles de su presencia, como telas. Mostrarán síntomas físicos, como -como ya se ha mencionado- ataques de pánico, gritos/llantos, respiración agitada, sudoración excesiva o incluso problemas cardíacos. En algunos casos extremos, incluso una foto o un dibujo de una araña puede desencadenar este tipo de miedo.
Fobia a las palabras largas
El miedo a las arañas es increíblemente común. La mayoría de nosotros las evitamos cuando podemos y las aplastamos cuando no podemos. Pero, ¿por qué las arañas son mucho más perturbadoras que otros bichos? Hay algunas teorías psicológicas y científicas sobre por qué tanta gente se estremece al ver cualquier cosa con ocho patas. He aquí algunas razones por las que puedes tener miedo a las arañas. Algunos investigadores creen que puedes tener miedo a las arañas debido a algo llamado “trauma arácnido”.
¿Recuerdas la primera vez que tuviste miedo de una araña? Resulta que ese primer susto podría haber tenido un impacto duradero en ti. Un estudio de la Universidad de Maastricht descubrió que algo llamado “trauma arácnido” podría estar en la raíz de la aracnofobia. El trauma arácnido se refiere a un suceso aterrador relacionado con las arañas que condiciona a un individuo a temer a los arácnidos. Se cree que este suceso traumático suele ocurrir durante la infancia y que incluso puede ser olvidado por la persona, mientras que el miedo a las arañas persiste. Según los investigadores, los niños que tenían mucho miedo a las arañas relataron más experiencias terroríficas con estos bichos que los niños que no tenían tanto miedo a las arañas.
Miedo a las alturas
Chris Buddle no trabaja, asesora, posee acciones ni recibe financiación de ninguna empresa u organización que pueda beneficiarse de este artículo, y no ha revelado ninguna afiliación relevante más allá de su nombramiento académico.
Tengo interés personal en la aracnofobia -el miedo a las arañas- porque soy un experto en arañas, pero también porque mi hija la padece. No es la única. Según la Asociación Americana de Psiquiatría, las fobias afectan a más de una de cada diez personas en EE.UU., y de esas personas, hasta el 40% de las fobias están relacionadas con bichos (incluidas las arañas), ratones, serpientes y murciélagos.
Los psicólogos creen que una de las razones por las que las personas temen a las arañas es que alguna experiencia directa con los arácnidos les ha infundido ese miedo. Esto se conoce como la visión “condicionada” de la aracnofobia.
En 1991, Graham Davey, de la City University de Londres, llevó a cabo un estudio para comprender mejor este punto de vista. Entrevistó a 118 estudiantes universitarios sobre su miedo a las arañas. Alrededor del 75% de las personas encuestadas tenían un miedo leve o grave a las arañas. De ellos, la mayoría eran mujeres (este sesgo de género en la aracnofobia ha sido respaldado por investigaciones posteriores).
Comentarios
Las personas con aracnofobia tienden a sentirse incómodas en cualquier zona que crean que puede albergar arañas o que tenga signos visibles de su presencia, como las telas. Si un aracnofóbico ve una araña, es posible que no entre en las inmediaciones hasta que haya superado el ataque de pánico que suele estar asociado a su fobia. Algunas personas gritan, lloran, tienen arrebatos emocionales, experimentan problemas para respirar, sudan y experimentan un aumento del ritmo cardíaco cuando entran en contacto con una zona cercana a las arañas o sus telas. En algunos casos extremos, incluso una foto, un juguete o un dibujo realista de una araña pueden desencadenar un miedo intenso.
La razón evolutiva de la fobia sigue sin resolverse. Una de las opiniones, especialmente sostenida en la psicología evolutiva, es que la presencia de arañas venenosas condujo a la evolución del miedo a las arañas, o hizo que la adquisición del miedo a las arañas fuera especialmente fácil. Como todos los rasgos, existe una variabilidad en la intensidad del miedo a las arañas, y los que tienen un miedo más intenso se clasifican como fóbicos. Al ser relativamente pequeñas, las arañas no se ajustan al criterio habitual de amenaza en el reino animal en el que el tamaño es un factor, pero pueden tener un veneno importante desde el punto de vista médico y/o causar irritación de la piel con sus setas[6]. Sin embargo, una fobia es un miedo irracional en contraposición a un miedo racional[3].