Sistema nervioso parasimpático hiperactivo
La función del sistema nervioso autónomo está dividida de manera que el sistema parasimpático ahorra energía al sistema nervioso central y el sistema simpático pone a disposición la energía extra y la consume. Así, el sistema nervioso simpático prepara a nuestro cuerpo para una emergencia y siempre funciona cuando nuestra mente consciente o incluso inconsciente advierte una necesidad de defensa o de proporcionar energía. Para tratar la sudoración de las manos y el rubor facial se utiliza desde hace décadas un procedimiento quirúrgico en el que se ablacionan los ganglios simpáticos torácicos superiores, ya sea con cauterización o pinzamiento con clips metálicos. En lugar de ablación de grandes áreas del tronco simpático, que puede causar efectos secundarios graves como la sudoración refleja del cuerpo, el procedimiento quirúrgico se realiza hoy en día en un nivel más preciso de los ganglios simpáticos torácicos superiores que median los síntomas. El rubor, la hiperhidrosis de las palmas de las manos y de la cabeza, y el temblor son comunes en la fobia social, y parecen ser provocados por la activación del sistema nervioso simpático. Los estudios preliminares muestran que algunos pacientes con fobia social pueden beneficiarse del bloqueo simpático endoscópico (BES). Si el paciente con fobia social generalizada no ha recibido ayuda con la medicación o la psicoterapia adecuadas, el BES puede ser un nuevo tratamiento posible de elección.
Ansiedad duradera
¿Cómo funciona? El sistema nervioso parasimpático siempre está trabajando, intentando mantenernos en un estado cómodo y relajado. Pero también debe negociar con nuestro sistema nervioso simpático (el sistema de lucha o huida), para que podamos manejar el estrés cuando surja.
Mientras investigaba mi nuevo libro sobre cómo ser más inteligente que tu smartphone, me encontré con el mismo problema: estamos desconectados socialmente. Y llegué a la misma solución: necesitamos experiencias reales con personas reales en la vida real para lograr la salud y la felicidad que deseamos.
Combina los beneficios de la vida social, te obliga a respirar profundamente antes de entonar cada canción, te expone a la música, te mantiene alejado del teléfono y en el momento, y, si estás rebotando en el escenario, puede que incluso hagas algo de ejercicio.
Tchiki Davis es licenciada en Berkeley y experta en tecnología del bienestar. Como consultora de Investigación y Desarrollo (I+D) y colaboradora del curso y el blog de GGSC La ciencia de la felicidad, la Dra. Davis se basa en su experiencia en la creación de productos e intervenciones de bienestar en Silicon Valley para ofrecer ideas innovadoras para aumentar el bienestar personal. Para saber más sobre cómo Tchiki puede ayudarle a medir y mejorar el bienestar, visítela en berkeleywellbeing.com.
Síntomas físicos de la ansiedad
Una situación estresante -ya sea algo ambiental, como un plazo de entrega inminente en el trabajo, o psicológica, como la preocupación persistente por perder un empleo- puede desencadenar una cascada de hormonas del estrés que producen cambios fisiológicos bien orquestados. Un incidente estresante puede hacer que el corazón lata con fuerza y la respiración se acelere. Los músculos se tensan y aparecen gotas de sudor.
Esta combinación de reacciones al estrés también se conoce como la respuesta de “lucha o huida”, ya que evolucionó como un mecanismo de supervivencia que permite a las personas y a otros mamíferos reaccionar rápidamente ante situaciones que amenazan la vida. La secuencia de cambios hormonales y respuestas fisiológicas, cuidadosamente orquestada pero casi instantánea, ayuda a luchar contra la amenaza o a huir hacia un lugar seguro. Por desgracia, el cuerpo también puede reaccionar de forma exagerada ante factores de estrés que no suponen una amenaza para la vida, como los atascos, la presión laboral y las dificultades familiares.
A lo largo de los años, los investigadores no sólo han aprendido cómo y por qué se producen estas reacciones, sino que también han adquirido conocimientos sobre los efectos a largo plazo que el estrés crónico tiene en la salud física y psicológica. Con el tiempo, la activación repetida de la respuesta al estrés pasa factura al organismo. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico contribuye a la hipertensión arterial, favorece la formación de depósitos que obstruyen las arterias y provoca cambios cerebrales que pueden contribuir a la ansiedad, la depresión y la adicción. Otras investigaciones preliminares sugieren que el estrés crónico también puede contribuir a la obesidad, tanto por mecanismos directos (haciendo que la gente coma más) como indirectos (disminuyendo el sueño y el ejercicio).
Respuesta de lucha o huida
A veces el estrés está causado por algo psicológico, como la preocupación constante por la pérdida de un trabajo o un problema familiar. Otras veces, la causa de los sentimientos de ansiedad puede ser ambiental, como un plazo de entrega importante que se aproxima o el intento de llegar al trabajo durante una hora punta con mucho tráfico.
Independientemente de la causa del estrés, los niveles elevados de ansiedad hacen que el cuerpo humano reaccione liberando hormonas del estrés que provocan cambios fisiológicos que incluyen el palpitar del corazón, la aceleración de la respiración, la tensión de los músculos y la sudoración. Todas las reacciones combinadas del cuerpo ante el estrés se conocen como la respuesta de lucha o huida.
La respuesta de lucha o huida fue concebida como un mecanismo de supervivencia que permitía a los mamíferos, incluidos los humanos, reaccionar rápidamente ante una situación que pusiera en peligro su vida. Por desgracia, hoy en día el cuerpo humano tiene la misma respuesta ante factores de estrés que no suponen una amenaza para la vida y que provocan altos niveles de ansiedad.
Las investigaciones han demostrado que los efectos a largo plazo del estrés crónico afectan a la salud psicológica y física de una persona. Según un artículo de Harvard Health Publishing, “la activación repetida de la respuesta al estrés pasa factura al organismo. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico contribuye a la presión arterial alta, promueve la formación de depósitos que obstruyen las arterias y provoca cambios cerebrales que pueden contribuir a la ansiedad, la depresión y la adicción.”