Falacia de la falacia
Una falacia es un tipo de error de razonamiento. La lista de falacias que aparece a continuación contiene 231 nombres de las falacias más comunes, y ofrece breves explicaciones y ejemplos de cada una de ellas. Los argumentos falaces no deberían ser persuasivos, pero con demasiada frecuencia lo son. Las falacias pueden ser creadas sin intención, o pueden ser creadas intencionadamente para engañar a otras personas.
La gran mayoría de las falacias comúnmente identificadas implican argumentos, aunque algunas sólo implican explicaciones, o definiciones, u otros productos del razonamiento. A veces el término “falacia” se utiliza de forma más amplia para indicar cualquier creencia falsa o causa de una creencia falsa. La lista que sigue incluye algunas falacias de este tipo, pero la mayoría son falacias que implican tipos de errores cometidos al argumentar de manera informal en el lenguaje natural.
Una acusación de razonamiento falaz siempre tiene que estar justificada. La carga de la prueba recae sobre tus hombros cuando afirmas que el razonamiento de alguien es falaz. Incluso si no das explícitamente tus razones, es tu responsabilidad ser capaz de darlas si se te cuestiona.
Su falacia lógica es
Comprender las falacias lógicas básicas puede ayudarle a analizar con más confianza los argumentos y las afirmaciones en las que participa y de las que es testigo a diario, separando los hechos de la ficción más evidente.
Esta falacia se produce cuando tu oponente simplifica en exceso o tergiversa tu argumento (es decir, crea un “hombre de paja”) para que sea más fácil atacarlo o refutarlo. En lugar de abordar plenamente tu argumento real, los oradores que recurren a esta falacia presentan una versión superficialmente similar -pero en última instancia no igual- de tu postura real, lo que les ayuda a crear la ilusión de derrotarte fácilmente.
El hecho de que una población significativa de personas crea que una proposición es cierta, no la convierte automáticamente en verdadera. La popularidad por sí sola no es suficiente para validar un argumento, aunque a menudo se utiliza como justificación independiente de la validez. Los argumentos de este estilo no tienen en cuenta si la población que valida el argumento está realmente cualificada para hacerlo o si existen pruebas contrarias.
Falacias retóricas
Los oradores persuasivos deben preocuparse por lo que refuerza y debilita un argumento. Anteriormente hemos hablado del proceso de construcción de un argumento con afirmaciones y pruebas y de cómo las garantías son las justificaciones subyacentes que conectan ambas. También hemos hablado de la importancia de evaluar la fuerza de una garantía, porque las garantías fuertes suelen ser más persuasivas. Conocer los diferentes tipos de razonamiento puede ayudarte a unir afirmaciones y pruebas de forma persuasiva y a evaluar la calidad de los argumentos que encuentres. Además, ser capaz de identificar las falacias comunes del razonamiento puede ayudarle a ser un consumidor más crítico de los mensajes persuasivos.
El razonamiento se refiere al proceso de dar sentido a las cosas que nos rodean. Para comprender nuestras experiencias, sacar conclusiones de la información y presentar nuevas ideas, debemos utilizar el razonamiento. A menudo razonamos sin ser conscientes de ello, pero ser más conscientes de cómo pensamos puede permitirnos ser mejores productores y consumidores de mensajes comunicativos. Los tres tipos de razonamiento que exploraremos son el inductivo, el deductivo y el causal.
Falacia informal
Los argumentos y los debates son una parte importante del discurso universitario y académico. Pero no todos los argumentos son perfectos. Algunos pueden ser criticados porque tienen errores de razonamiento y retórica. Se llaman “falacias lógicas” y son muy comunes.
Una falacia ad hominem utiliza los ataques personales en lugar de la lógica. Esta falacia se produce cuando alguien rechaza o critica otro punto de vista basándose en las características personales, el origen étnico, la apariencia física u otros rasgos no relevantes de la persona que lo sostiene.
Los argumentos ad hominem se utilizan a menudo en política, donde suelen llamarse “mudsling”. Se consideran poco éticos porque los políticos pueden utilizarlos para manipular la opinión de los votantes en contra de un oponente sin abordar las cuestiones fundamentales.
Un argumento de hombre de paja ataca un tema diferente en lugar del tema que se está debatiendo, a menudo una versión más extrema del argumento contrario. El propósito de este engaño es hacer que la posición de uno parezca más fuerte de lo que realmente es.