Fobias más comunes
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Las fobias son una de las enfermedades mentales más comunes en los Estados Unidos. Según el Instituto Nacional de Salud Mental (NIH), aproximadamente el 12,5% de los adultos de EE.UU. padecerán una fobia específica a lo largo de su vida. Las mujeres son más propensas a experimentar fobias que los hombres. Los síntomas típicos de las fobias pueden incluir náuseas, temblores, aceleración de los latidos del corazón, sensación de irrealidad y preocupación por el objeto temido.
La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) identifica tres categorías diferentes de fobias: fobias sociales, agorafobia y fobias específicas. Cuando la gente habla de tener fobia a un objeto específico, como serpientes, arañas o agujas, se refiere a una fobia específica.
Las peores fobias
Un miedo se convierte en fobia cuando tienes que cambiar tu estilo de vida para controlarlo. Una fobia es un miedo o temor extremo o irracional que despierta un objeto o una circunstancia concreta, hasta el punto de que limita gravemente tu vida.
Pero no es necesario vivir con una fobia. Todas las fobias son tratables, dice el profesor Isaac Marks, del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres. “No hay necesidad de que nadie siga sufriendo”, dice. “La gente puede superar las fobias”.
“La gente pide ayuda cuando una fobia empieza a interferir en su vida: por ejemplo, puede verse obligada a dejar el trabajo porque no puede coger el transporte público, o a quedarse en casa para evitar conocer gente”, dice Marks.
Las fobias pueden ser específicas -como el miedo a las arañas, a las alturas o a los dentistas- o más generalizadas, como el temor a los espacios abiertos, el miedo a relacionarse con otras personas (fobia social) o incluso el temor a desarrollar una fobia (fobofobia).
“La agorafobia y la fobia social suelen ser mucho más incapacitantes que las fobias específicas, aunque en ocasiones alguien con una fobia específica se ve gravemente afectado por ella”, afirma el psicólogo Paul Salkovskis, del King’s College de Londres.
Fobias
Evitar los miedos sólo los hace más temibles. Sea cual sea tu miedo, si te enfrentas a él, debería empezar a desaparecer. Si un día tienes pánico a entrar en un ascensor, por ejemplo, lo mejor es que vuelvas a entrar en él al día siguiente.
Trata de imaginar lo peor que puede pasar: tal vez sea entrar en pánico y tener un ataque al corazón. Luego, intenta pensar que te va a dar un ataque al corazón. No es posible. El miedo huirá cuanto más lo persigas.
A veces ayuda desafiar los pensamientos de miedo. Por ejemplo, si tienes miedo de quedarte atrapado en un ascensor y asfixiarte, pregúntate si alguna vez has oído que esto le haya ocurrido a alguien. Pregúntate qué le dirías a un amigo que tuviera un miedo similar.
Tómate un momento para cerrar los ojos e imaginar un lugar seguro y tranquilo. Puede ser una imagen de ti paseando por una bonita playa, o acurrucado en la cama con el gato a tu lado, o un recuerdo feliz de la infancia. Deja que los sentimientos positivos te tranquilicen hasta que te sientas más relajado.
También puede probar un enfoque de terapia cognitivo-conductual por teléfono, con un servicio como NHS Living Life. Si quiere saber más sobre este servicio con cita previa, puede visitar la página web de Living Life o llamar al 0800 328 9655 (de lunes a viernes, de 13 a 21 horas).
Fobia a la pérdida
La montaña rusa vacila durante una fracción de segundo en la cima de su empinada pista tras una larga y lenta subida. Sabe lo que está a punto de ocurrir, y ya no hay forma de evitarlo. Es el momento de agarrarse a la barandilla, con las palmas de las manos sudadas y el corazón acelerado, y prepararse para el salvaje descenso.
El miedo es una de las emociones humanas más básicas. Está programado en el sistema nervioso y funciona como un instinto. Desde que somos bebés, estamos equipados con los instintos de supervivencia necesarios para responder con miedo cuando percibimos un peligro o nos sentimos inseguros.
El miedo nos ayuda a protegernos. Nos hace estar alerta ante el peligro y nos prepara para afrontarlo. Sentir miedo es muy natural -y útil- en algunas situaciones. El miedo puede ser como una advertencia, una señal que nos advierte de que debemos tener cuidado.
Cuando percibimos el peligro, el cerebro reacciona al instante, enviando señales que activan el sistema nervioso. Esto provoca respuestas físicas, como una aceleración de los latidos del corazón, una respiración rápida y un aumento de la presión arterial. La sangre bombea a los grupos musculares para preparar el cuerpo para la acción física (como correr o luchar). La piel suda para mantener el cuerpo fresco. Algunas personas pueden notar sensaciones en el estómago, la cabeza, el pecho, las piernas o las manos. Estas sensaciones físicas de miedo pueden ser leves o fuertes.