Complejo de persecución cristiana
Una fobia es un miedo irreal o exagerado a un objeto, actividad o situación específica que en realidad presenta poco o ningún peligro. Algunas de las fobias más comunes son los animales, las serpientes, las arañas y los insectos, las alturas, las escaleras mecánicas y los túneles, la conducción por carretera, los viajes en tren o en avión, los procedimientos médicos, las agujas o la visión de la sangre.
Mientras que algunas fobias se desarrollan en la infancia, otras lo hacen de forma inesperada, normalmente en la adolescencia o al principio de la edad adulta. Más de 19 millones de adultos padecen una fobia específica, por lo que es el tipo de trastorno de ansiedad más común.
Las personas con fobias tienen reacciones emocionales y físicas ante los objetos o situaciones temidos. Los síntomas de una fobia incluyen sentimientos de pánico, temor o terror. Las personas con fobias suelen experimentar taquicardia, dificultad para respirar y temblores. Pueden reconocer que su miedo va más allá de los límites normales de la razón, pero sus reacciones son automáticas e incontrolables y se sienten impotentes para controlarlo o combatirlo.
La yihad de Laskar
El sentimiento anticristiano o cristofobia constituye una oposición u objeción a los cristianos, a la religión cristiana y/o a sus prácticas. El sentimiento anticristiano se denomina a veces cristofobia o cristianofobia, aunque estos términos abarcan en realidad “toda forma de discriminación e intolerancia contra los cristianos”, según el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas[1][2][3].
El sentimiento anticristiano surgió durante la época imperial [aclaración necesaria] en el siglo I. El crecimiento constante del movimiento cristiano era visto con recelo tanto por las autoridades como por el pueblo de Roma. Durante el siglo II, el cristianismo fue visto como un movimiento negativo en dos sentidos. El primero abarca las acusaciones que se hacían contra los seguidores de la fe cristiana de acuerdo con los principios que sostenía la población romana. La segunda forma abarca la controversia suplementaria que se suscitó durante la era intelectual[4].
El sentimiento anticristiano es visible en el Nuevo Testamento, y parece haber sido anticipado por Jesús de Nazaret, ya que fue documentado por los escritores de los evangelios. El sentimiento anticristiano del primer siglo no sólo fue expresado por las autoridades romanas, sino también por los judíos. Dado que el cristianismo era una secta que surgía en gran medida del judaísmo en aquella época,[5] este sentimiento era la ira de una religión establecida hacia una fe nueva y revolucionaria. Pablo de Tarso, que persiguió a los cristianos antes de convertirse en cristiano, destacó la crucifixión de Jesús como una “piedra de tropiezo” para los judíos, y la creencia de que el mesías habría muerto en una cruz era ofensiva para algunos de los judíos porque esperaban un mesías que tuviera características diferentes. [6]
Testigos de Jehová de Malawi
“Nombrar el fenómeno de la discriminación y la persecución cristianas y emprender un trabajo para identificar su carácter particular junto con definiciones similares para otras religiones, para informar mejor y desarrollar políticas adaptadas del FCO para abordarlas”.
Una “fobia” es estrictamente un “miedo irracional”, que no es un término preciso para referirse a la persecución o la discriminación. El miedo por sí solo, ya sea racional o irracional, no es el asunto en cuestión, sino la violencia y la discriminación.
El uso de términos de fobia para describir ésta y otras formas de odio o discriminación confunde de forma poco útil los sentimientos o pensamientos internos (aversión, miedo, odio) con las acciones externas (discriminación, persecución, violencia).
De forma paralela, la codicia y los celos pueden llevar a alguien a robar la propiedad de otra persona. Pero eso no significa que cambiemos el nombre del robo de vehículos por el de ‘celos’. Hacerlo sería perder el punto y hacer falsas suposiciones – no todos los que tienen celos roban, y no todos los coches son robados debido a los celos del ladrón.
Como cristianos, creemos que no hay lugar para el odio o el antagonismo hacia las personas. Nos preocupa la persecución o la discriminación contra los individuos a causa de la expresión de su fe cristiana que nos preocupa. Pero la libertad de expresión requiere la libertad de criticar las creencias de los demás en los términos más enérgicos.
Cruz de San Pedro
La entrevista había ido bien. Había solicitado un puesto como editora de una revista, y mi nueva empleadora me había dicho que el trabajo era mío. Mientras me acompañaba hacia el ascensor, cambió repentinamente nuestra dirección, diciendo: “Antes de que se vaya, déjeme mostrarle su oficina”. Atravesamos una puerta. Me condujo hasta una ventana antigua que iba del suelo al techo, y allí, junto a la ventana abierta con su bajo alféizar, a ocho pisos de altura sobre la calle, estaba mi escritorio. Durante mucho tiempo había padecido un miedo agudo a las alturas, pero nunca había esperado tener ninguna dificultad con él en el tranquilo mundo de la edición. Aquí estaba, con el nuevo trabajo que tanto necesitaba, y ahora esto.
El supuesto magnetismo de la animalidad se ve en la atracción del miedo, que pierde de vista la bondad de Dios y la perfección espiritual del hombre como expresión de Dios. El hombre aparece como un animal indefenso, vulnerable y acobardado ante toda clase de peligros. Esta sugestión hipnótica nos haría pensar que el error es la verdad, que la enfermedad es una sólida realidad, que nuestros problemas no tienen solución, que los problemas son normales, que nosotros y los demás somos menos que perfectos, etc. Para escapar de este sueño de sueños, debemos despertar. Con la luz de Cristo, la Verdad, vemos a través del hipnotismo y nos negamos a ser hipnotizados. Debemos reconocer y expresar nuestra integridad y dominio espiritual. Hacemos esto al ceder al hecho de la unidad del hombre con Dios, porque Dios es la causa divina y el hombre es el efecto.Durante mi estudio me encontré con esta declaración adicional en Ciencia y Salud: “Ninguna persona se beneficia cediendo su mentalidad a cualquier despotismo mental o mala práctica”. Ibídem, p. 375.