Talasofobia
IntroducciónEl estrés, que se refiere a la consecuencia de que un organismo no responda adecuadamente a las exigencias físicas o psicológicas [1], es habitual en la sociedad moderna. Dichas exigencias incluyen, por ejemplo, la exposición a temperaturas o ruidos desagradables, y la preparación de una entrevista de trabajo importante. La exposición crónica al estrés es perjudicial para la salud física y mental [2]-[4] y puede acabar provocando enfermedades [5], [6]. En una escala temporal más corta, el estrés provoca una serie de respuestas neuronales y endocrinas, caracterizadas por la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA) y del sistema nervioso simpático, lo que a su vez provoca un aumento del nivel de corticosteroides, de la frecuencia cardíaca y de la conductancia de la piel [7].
Para la calificación de la SVAS-5, ningún efecto alcanzó la significación, lo que indica que el estado de estrés de referencia era equivalente en las cuatro condiciones. En el caso de la clasificación SVAS-20, tanto los efectos principales como la interacción fueron significativos (Figura 2, véase el archivo de apoyo S1 para más detalles). El estrés inducido por el ruido fue menor en la condición Chew (M = 45, SD = 18) que en la condición NoChew (M = 56, SD = 20), t(15) = 2,61, P<0,05.
Miedo a la menta
La misofonía es un trastorno de disminución de la tolerancia a sonidos específicos o a sus estímulos asociados que se ha caracterizado utilizando diferentes lenguajes y metodologías.[4] Las reacciones a los sonidos desencadenantes van desde el enfado y la molestia hasta la activación de una respuesta de lucha o huida.[5] La afección se denomina a veces síndrome de sensibilidad selectiva al sonido. Entre los desencadenantes más comunes se encuentran los sonidos orales (por ejemplo, la respiración ruidosa, la masticación, la deglución), los chasquidos (por ejemplo, el golpeteo del teclado, el golpeteo de los dedos, los limpiaparabrisas) y los sonidos asociados con el movimiento (por ejemplo, la inquietud)[5] A menudo, los sonidos odiados son de naturaleza repetitiva.
Aunque la condición fue propuesta por primera vez en 2001 por Jastreboff y Jastreboff,[6] aún no se ha considerado una condición diagnosticable.[5] La misofonía no está clasificada como una condición auditiva o psiquiátrica, por lo que es diferente de la fonofobia (miedo al sonido); no hay criterios de diagnóstico estándar, y hay poca investigación sobre lo común que es o el tratamiento.[5] Los defensores sugieren que la misofonía puede afectar negativamente a la capacidad de lograr objetivos de vida y disfrutar de situaciones sociales. En 2019 no existían métodos basados en la evidencia para manejar la condición.
Fobia a los sonidos de la masticación
En declaraciones a Stephen Colbert esta semana, la mujer de 64 años reveló que su aversión a la goma de mascar tiene su origen en la costumbre de su abuela de pegarla en varios muebles con la intención de reutilizarla.
“Me desagrada mucho. Viene de la infancia. Crecí en la pobreza en Mississippi y mi abuela -sin ningún tipo de hipérbole- solía intentar ahorrar chicles, así que los ponía en el poste de la cama, los ponía en el armario.
Cuando era niño, me tropezaba con él y me rozaba y ¿sabes lo que se siente cuando te lo sacas de la boca y ha estado fuera un par de semanas? Es malo. Me daba miedo.
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Miedo a los envoltorios de los chicles
Nadie habría imaginado que masticar chicle fuera algo temible, pero la chiclefobia es, en efecto, un miedo a los chicles. Una persona con chiclefobia piensa que masticar chicle es repugnante y le incomoda.
La presentadora estadounidense Oprah Winfrey es una de las famosas personas con chiclefobia. Su fobia es el resultado de un trauma infantil. Según cracked.com, Oprah reveló su miedo en febrero de 2007: “Mi abuela solía guardarlo [el chicle usado] en pequeñas filas en el armario. A mí me daba miedo tocarlo porque era muy asqueroso, así que tengo una manía con el chicle”.
A Oprah le irritaba y asustaba tanto el chicle que llegó a prohibir que se mascara en su estudio. Llegó a firmar un acuerdo con todos sus productores para que todos los miembros del público del estudio fueran controlados.
Su abuela solía pegar chicles en sus muebles y desde entonces la fobia la ha acompañado durante toda su vida. Y aunque la chiclefobia es una fobia extraña, se trata de una mentalidad psicológica y puede superarse logrando una opinión más sana y normal del chicle.