Miedo al análisis de sangre
Así es como se sienten las personas con hemofobia, o fobia a la sangre, cuando ven o incluso piensan en ella. Es una fobia asociada a algo que a la mayoría de la gente le produce náuseas, pero es algo más que una simple incomodidad: es un miedo en toda regla.
Puede que el miedo a la sangre no tenga un fuerte efecto en tu vida cotidiana, pero podría tener graves consecuencias en situaciones de emergencia que no podrás planificar. Por ejemplo, si eres testigo de un accidente y eres el único espectador, pero tu miedo a la sangre te impide ayudar a la víctima. O puede que estés solo en casa con un familiar que se cae y se golpea la cabeza, y necesita que le lleven al hospital: tu miedo a la sangre podría impedirte prestarle ayuda.
Es incómodo pensar en ello, pero su hemofobia puede afectarle negativamente en los momentos en que más se le necesita. El miedo a la sangre es una fobia bastante común y relacionable, de la que la mayoría de la gente tiene una pizca, pero es una que probablemente querrá pensar en tratarse en caso de que se produzca un escenario de este tipo.
Las peores fobias
Los artículos de Verywell Health son revisados por médicos certificados y profesionales de la salud. Estos revisores médicos confirman que el contenido es exhaustivo y preciso, y que refleja las últimas investigaciones basadas en la evidencia. El contenido se revisa antes de su publicación y en caso de actualizaciones sustanciales. Más información.
La hemofobia es un trastorno psicológico caracterizado por un miedo extremo a la sangre. Las personas que padecen esta fobia pueden angustiarse cuando ven o piensan en la sangre. En este artículo se hablará de la hemofobia, incluyendo cómo se diagnostica, sus causas y cómo se trata.
La hemofobia, o fobia a la sangre, provoca un miedo irracional a ver sangre. Este miedo persistente hace que los que experimentan la fobia a la sangre tengan sentimientos intensos de angustia al ver sangre o pensar en ella.
La quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) clasifica la fobia a la sangre como una fobia específica. Una fobia específica es un trastorno de ansiedad que se presenta como un miedo a un objeto o situación determinada.El DSM-5 caracteriza el miedo de una fobia específica como desproporcionado con respecto al peligro real que supone una situación u objeto específico.
Fobias raras
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La hemofobia es un trastorno psicológico caracterizado por un miedo extremo a la sangre. Las personas que padecen esta fobia pueden angustiarse cuando ven o piensan en la sangre. En este artículo se hablará de la hemofobia, incluyendo cómo se diagnostica, sus causas y cómo se trata.
La hemofobia, o fobia a la sangre, provoca un miedo irracional a ver sangre. Este miedo persistente hace que los que experimentan la fobia a la sangre tengan sentimientos intensos de angustia al ver sangre o pensar en ella.
La quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) clasifica la fobia a la sangre como una fobia específica. Una fobia específica es un trastorno de ansiedad que se presenta como un miedo a un objeto o situación determinada.El DSM-5 caracteriza el miedo de una fobia específica como desproporcionado con respecto al peligro real que supone una situación u objeto específico.
Acuafobia
A veces hacían falta tres enfermeras para sujetarme. Esto puede parecer extremo, pero era totalmente necesario, ya que tenía tendencia a llorar, a retorcerme de la silla y a correr por el pasillo del departamento de flebotomía pediátrica para escapar.
Era el verano entre el segundo y el tercer grado, y debido a complicaciones con el virus de la varicela, terminé con púrpura trombocitopénica idiopática, lo que significaba que tenía que sacarme sangre semanalmente. La púrpura trombocitopénica idiopática es un trastorno sanguíneo que se caracteriza por un bajo recuento de plaquetas y por la aparición de moretones con mucha facilidad, y puede parecerse mucho a la leucemia. Para asegurarme de que mis recuentos no entraban en territorio peligroso, tenía una cita semanal permanente para un análisis de sangre durante todo un verano.
No sé quién temía más estas citas: si yo o las enfermeras encargadas de recoger mis muestras de sangre. En cuanto me sentaba en esa silla de plástico duro con un reposabrazos alargado, pasaba de ser una niña de 7 años, atrevida pero de modales suaves, a una criatura de una película de terror. Siempre me habían dado miedo las agujas, pero esta vez no se trataba de una simple vacuna que me iban a poner en la enfermería del colegio. Sabía que los resultados de este análisis de sangre podían significar que estaba lo suficientemente enferma como para tener que pasar la noche en el hospital.